sábado, 23 de enero de 2016

Cuéntame por qué los tres tigres estaban siempre tan tristes.

Te he visto reflejado en la desgracia y en la adicción.
Jurándole a tus noches, de las que eres dueño y esclavo,
pastor y rebaño, el hijo del sacerdote que es pecado y pecador.

Jurándole a esa niña, tan pequeña y tierna, tan tirana y embustera,
tan verdugo de tu dolor, la heroína del adicto que no es droga si se niega,
pero que nunca lo hace.

Te he visto vomitar mentiras, tejerlas y envolverlas en la hoja del mismo libro que regalas.
Y a tu musa, que es también musa de poeta muerto, del que nacerá cuando ella muera, cortándose el pelo con sus propias promesas.
He visto tus dedos fundiéndose en su lengua cuando habla de sexo, te he visto desde fuera y desde dentro, y decir que sí a desgana y a negarte cuando te obligas.

Os he visto enteros y compartidos,
tan juntos, tan unidos que ni una guerra nuclear os acabaría.
Mansos, sumisos, rencorosos, os he visto volcados en los mismos sueños
que hoy necesitarían un lustro, dos siglos y casi tres milenios para dejar de ser ficción.
La he visto gritar sin hacer ruido, contar los pasos desde sus ganas a tu cama y no llegaba a minuto.
Al reloj de vuestra última estación colgándose de sus propias manecillas.

He visto a la muerte, a veces elegante, muy pocas digna, siempre silenciosa y sobre todo hija de puta, negándose a daros más crédito, y a vosotros, tan tramposos, tan sin escrúpulos, huyéndo sin pagar las deudas.

Te he visto desde cerca suplicándole oportunidades que no se merecía, y a ella consumiendo tiempo dónde sabía que no había esperanza. Y a ambos os daba igual. Os he visto lloviendo y dándole la espalda al fracaso y puedo jurar que eso no era arte, era puro masoquismo.

Y sin embargo, os he visto en museos, siendo acuarela, lienzo, mármol,
negro, violeta, ámbar, trazo, línea y círculo.
Y sin embargo, todos los que observaban eran ciegos.

Os he visto siendo melodía y puro ruido, te he visto afinándole las cuerdas de las costillas con los dientes, la he visto llegar al orgasmo diciéndote de todo con los ojos, os he visto correros, en tinta y a la vez, y a la eternidad resumida en ese instante. Te he visto cuidarla como si fuera de cristal y escupir en sus zapatos cuando la podía quebrar un soplido, y a ella, la he visto hacer de cenicero, de muro, de mimbre y de silencio entre corcheas que solo suenan al gemir.

Os he visto como nunca os veréis.
Fugaces y constantes.
Os he visto como nunca os veréis.
Estrella y río.

Porque en el amor,
llámalo desgracia o adicción,
llámalo lustro, instante o eternidad,
llámalo muerte, tiempo o deuda,
pero en el amor,
todos los que observan,

son ciegos.

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