Tan normal, tan cualquiera, que darías lo que fuera por tenerlo a tu lado.
Vivo con la idea de que te puedes hacer
tan pequeño que puedo guardarte entre mis manos hasta que el otoño
vuelva, con su puñado de hojas secas y un quizá lluevo quizá no.
Te he inventado en todos los colores y
sólo el de la despedida te quedaba mal.
Vivo con la idea de que voy a quitar la
manta y te voy a encontrar debajo. Como un niño perdido que cree que
consuelo es oscuridad. Como un mentiroso, que nunca te dirá que
tiene miedo, porque el miedo se lo tiene prohibido. Tal vez como un
drogadicto, al que se le dilatan las pupilas si le hablas de
heroína.Como el fumador que se quita los parches y coge las colillas
del suelo. Como un ninfómano que se ha desgastado las uñas en piel.
Como el silencio, tan frágil y tan incómodo como la verdad. Como un
niño encontrado, que no recuerda qué es un beso antes de dormir.
Vivo con la idea de que entiendas por
qué para mí, nosotros era un verbo. Que entiendas que nunca nos
conjugaremos con las mismas terminaciones sin echarnos encima las
culpas, los errores, los daños que nunca tuvieron puertas abiertas,
ni siquiera una rejilla en las ventanas.
Vivo con la idea de que este año
brindaré con la copa llena de remordimiento, y me pellizcaré dos
veces para asegurarme de que ya no estás, antes de volver a
llenarla. Que acabaré con las medias rotas en cualquier bar cutre
hablando de tí hasta que te piten los oídos.
Vivo con la idea de algún dia seré
capaz de contar hasta veinte sin imaginarme tus diez pecas. Vivo con
la idea de que si no terminó en ojeras, no era poesía, ni amor.
Vivo con la idea de que algunos
sentimientos son mas profundos que el océano. Tan profundos que si
cavas un poco mas, ves de nuevo el orificio de entrada. Tan profundos
que te podrían succionar la alegría hasta que no encuentres razones
por las cuáles levantarte.
Vivo con la idea de que te acordarás
de mi cuando estés triste y no amanezca hasta que el recuerdo se
esfume. Que no volverás a sentar a nadie en la encimera gris de tu
cocina, y cambiarás las sábanas donde me hacías tan tuya,
tan tuya,
que la palabra propiedad tenía razones
para odiarte.
Vivo con la idea de que eres el octavo
pecado capital.
Que volvería a cometerte.
Y que sería culpable
hasta que se
demostrase
lo contrario.
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