jueves, 21 de enero de 2016

A las mariposas entre alfileres las llaman bonitas cuando están muertas.









Tan normal, tan cualquiera, que darías lo que fuera por tenerlo a tu lado.










Vivo con la idea de que te puedes hacer tan pequeño que puedo guardarte entre mis manos hasta que el otoño vuelva, con su puñado de hojas secas y un quizá lluevo quizá no.
Te he inventado en todos los colores y sólo el de la despedida te quedaba mal.

Vivo con la idea de que voy a quitar la manta y te voy a encontrar debajo. Como un niño perdido que cree que consuelo es oscuridad. Como un mentiroso, que nunca te dirá que tiene miedo, porque el miedo se lo tiene prohibido. Tal vez como un drogadicto, al que se le dilatan las pupilas si le hablas de heroína.Como el fumador que se quita los parches y coge las colillas del suelo. Como un ninfómano que se ha desgastado las uñas en piel. Como el silencio, tan frágil y tan incómodo como la verdad. Como un niño encontrado, que no recuerda qué es un beso antes de dormir.

Vivo con la idea de que entiendas por qué para mí, nosotros era un verbo. Que entiendas que nunca nos conjugaremos con las mismas terminaciones sin echarnos encima las culpas, los errores, los daños que nunca tuvieron puertas abiertas, ni siquiera una rejilla en las ventanas.

Vivo con la idea de que este año brindaré con la copa llena de remordimiento, y me pellizcaré dos veces para asegurarme de que ya no estás, antes de volver a llenarla. Que acabaré con las medias rotas en cualquier bar cutre hablando de tí hasta que te piten los oídos.

Vivo con la idea de algún dia seré capaz de contar hasta veinte sin imaginarme tus diez pecas. Vivo con la idea de que si no terminó en ojeras, no era poesía, ni amor.

Vivo con la idea de que algunos sentimientos son mas profundos que el océano. Tan profundos que si cavas un poco mas, ves de nuevo el orificio de entrada. Tan profundos que te podrían succionar la alegría hasta que no encuentres razones por las cuáles levantarte.

Vivo con la idea de que te acordarás de mi cuando estés triste y no amanezca hasta que el recuerdo se esfume. Que no volverás a sentar a nadie en la encimera gris de tu cocina, y cambiarás las sábanas donde me hacías tan tuya,
tan tuya,
que la palabra propiedad tenía razones para odiarte.

Vivo con la idea de que eres el octavo pecado capital.
Que volvería a cometerte.
Y que sería culpable
hasta que se demostrase
lo contrario.

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