Te he visto reflejado en la desgracia y
en la adicción.
Jurándole a tus noches, de las que
eres dueño y esclavo,
pastor y rebaño, el hijo del sacerdote
que es pecado y pecador.
Jurándole a esa niña, tan pequeña y
tierna, tan tirana y embustera,
tan verdugo de tu dolor, la heroína
del adicto que no es droga si se niega,
pero que nunca lo hace.
Te he visto vomitar mentiras, tejerlas
y envolverlas en la hoja del mismo libro que regalas.
Y a tu musa, que es también musa de
poeta muerto, del que nacerá cuando ella muera, cortándose el pelo
con sus propias promesas.
He visto tus dedos fundiéndose en su
lengua cuando habla de sexo, te he visto desde fuera y desde dentro,
y decir que sí a desgana y a negarte cuando te obligas.
Os he visto enteros y compartidos,
tan juntos, tan unidos que ni una
guerra nuclear os acabaría.
Mansos, sumisos, rencorosos, os he
visto volcados en los mismos sueños
que hoy necesitarían un lustro, dos
siglos y casi tres milenios para dejar de ser ficción.
La he visto gritar sin hacer ruido,
contar los pasos desde sus ganas a tu cama y no llegaba a minuto.
Al reloj de vuestra última estación
colgándose de sus propias manecillas.
He visto a la muerte, a veces elegante,
muy pocas digna, siempre silenciosa y sobre todo hija de puta,
negándose a daros más crédito, y a vosotros, tan tramposos, tan
sin escrúpulos, huyéndo sin pagar las deudas.
Te he visto desde cerca suplicándole
oportunidades que no se merecía, y a ella consumiendo tiempo dónde
sabía que no había esperanza. Y a ambos os daba igual. Os he visto
lloviendo y dándole la espalda al fracaso y puedo jurar que eso no
era arte, era puro masoquismo.
Y sin embargo, os he visto en museos,
siendo acuarela, lienzo, mármol,
negro, violeta, ámbar, trazo, línea y
círculo.
Y sin embargo, todos los que observaban
eran ciegos.
Os he visto siendo melodía y puro
ruido, te he visto afinándole las cuerdas de las costillas con los
dientes, la he visto llegar al orgasmo diciéndote de todo con los
ojos, os he visto correros, en tinta y a la vez, y a la eternidad
resumida en ese instante. Te he visto cuidarla como si fuera de
cristal y escupir en sus zapatos cuando la podía quebrar un soplido,
y a ella, la he visto hacer de cenicero, de muro, de mimbre y de
silencio entre corcheas que solo suenan al gemir.
Os he visto como nunca os veréis.
Fugaces y constantes.
Os he visto como nunca os veréis.
Estrella y río.
Porque en el amor,
llámalo desgracia o adicción,
llámalo lustro, instante o eternidad,
llámalo muerte, tiempo o deuda,
pero en el amor,
todos los que observan,
son ciegos.